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sábado, 24 de noviembre de 2012

Para mis alumnitos del quinto grado del colegio ADDISON.
Les he puesto algunos poemitas infantiles ¡Los reto a que encuentren símiles y metáforas en ellos!
¡Suerte! ¡Sé que lo van a hacer bien!


Iba tocando mi flauta


Y a mi alrededor volaba,
en el agua y en la brisa,

 un enjambre doble de

mariposas amarillas.

  La ladera era de miel,
                                           de oro encendido la viña,
                                         de oro vago el raso leve
                                         del jaral de flores níveas;

                                         Allá donde el claro arroyo
                                        da en el río, se entreabría
                                       un ocaso de esplendores
                                         sobre el agua vespertina..







                                             Mi flauta con sol lloraba
                                      a lo largo de la orilla;
                                        atrás quedaba un reguero
de amarillas margaritas...


                        Juan Ramón Jiménez




        LAS MOSCAS

 
Vosotras, las familiares, inevitables golosas,
 vosotras, moscas vulgares, me evocáis todas las cosas.
 ¡Oh, viejas moscas voraces como abejas en abril, 
viejas moscas pertinaces sobre mi calva infantil! 
¡ Moscas del primer hastío en el salón familiar,
las claras tardes de estío en que yo empecé a soñar!
 Y en la aborrecida escuela, raudas moscas divertidas,
 perseguidas por amor de lo que vuela, -que todo es volar-,
sonoras rebotando en los cristales en los días otoñales... 
Moscas de todas las horas, de infancia y adolescencia,
de mi juventud dorada; de esta segunda inocencia,
que da en no creer en nada, de siempre...
Moscas vulgares, que de puro familiares no tendréis digno cantor:
 yo sé que os habéis posado sobre el juguete encantado, 
sobre el librote cerrado, sobre la carta de amor, 
sobre los párpados yertos de los muertos. 
Inevitables golosas, que ni labráis como abejas,
ni brilláis cual mariposas; pequeñitas, revoltosas,
vosotras, amigas viejas, me evocáis todas las cosas.
Antonio Machado


Mi gatito
  
Yo tengo un gato chiquito
de lindo color ceniza

                                                             que toma vino con soda

                                                 masca chicle y come pizza.
  Le gusta bailar el rock
         y recorrer los boliches
       andando en su moto azul
         y leyendo los afiches

          Tiene una novia gatuna
          que se parece a un pompón
        porque es blanca y redondita
como un copo de algodón.
Me despierta a la mañana
reclamando el desayuno.
Así es mi gato Rolando.
¡Tan lindo como ninguno!
Alicia Esain


El correo

Quiero escribirte una carta.

Una palomita blanca,
un suspiro de algodón,
una risa con destino,
un dardo en el corazón.


La mandaré por el río,
que sí, que no,
la mandaré por avión.

Una rosa de papel,
un barquito aventurero,
unas palabras de miel.
No se la daré al cartero.
                                                                 
Con el soplo del vilano,
que sí, que no,
te la llevaré a la mano.
Ayes Tortosa

DÍA NUBLADO

Allá arriba, por el cielo, una nubecita oscura
fue cambiando sin que nadie aquí abajo lo notara.
Al principio, era una oveja de redondeada figura,
pero después fue tomando forma cada vez más rara:
en poco tiempo se infló como pan con levadura,
alargándose después, como si alguien la amasara;
fue elefante, dinosaurio y un dragón todo negrura
que le sopló al pobre sol sol el humo sobre la cara.
Carlos Marianidis
 

               

martes, 6 de noviembre de 2012


Encontré este interesante artículo sobre la literatura latinoamericana ( se encuentra en kalipedia), así que lo pongo a su disposición.

Espero que le saquen provecho

Neoclasicismo, Romanticismo y Realismo en Hispanoamérica

La crisis del sistema colonial se acentúa en el siglo XVIII. La segunda mitad de la centuria en Latinoamérica se caracteriza por el surgimiento de movimientos anticoloniales que fueron el desencadenante del proceso independentista. En efecto, hacia 1830 la casi totalidad de los países de Latinoamérica habían logrado su independencia.
La segunda mitad del XVIII, etapa intermedia y de transición con el Barroco, está caracterizada por la presencia del estilo rococó, poco productivo en el ámbito literario.
El Neoclasicismo se desarrolla en América en la primera mitad del siglo XIX. Cerca de cuarenta y cinco años, aproximadamente entre 1845 y 1890, duró la vigencia del Romanticismo en la literatura latinoamericana. Una vez que la mayoría de los países latinoamericanos lograron su independencia, vino un período de consolidación de los diferentes nacionalismos. Esto implicó una preocupación por establecer estructuras políticas, económicas, sociales y culturales acordes a la nueva etapa que se estaba viviendo. En este contexto, el movimiento romántico trascendió lo meramente literario y se constituyó en el signo distintivo de la nueva realidad latinoamericana. El costumbrismo es la nota predominante de estos años de vigencia romántica, pues sirvió de pretexto a poetas, novelistas, dramaturgos y ensayistas para criticar y satirizar a una sociedad que atravesaba una etapa de grandes cambios y que se apegaba peligrosamente a modas extranjeras. Producto de esta situación, la mayoría de los países latinoamericanos viven una efervescencia literaria que se traduce principalmente en la creación de literaturas nacionales y, por consiguiente, en la presencia de autores representativos de esta modalidad.
La vigencia del Realismo en Hispanoamérica se puede situar aproximadamente entre 1890 y 1935. Esta tendencia estética cultiva fundamentalmente la narrativa y, con menor resonancia, el teatro.
Poesía
Dos son los poetas que sobresalen como representativos de una poesía neoclásica: el ecuatoriano José Joaquín de Olmedo (1780-1847) y el venezolano Andrés Bello (1781-1865). En ellos existe una evidente preocupación métrica y un interés por resaltar aspectos políticos y sociales, además de hacer patente la presencia de lo americano.
Por su parte, la poesía romántica encontró favorable eco en un abundante número de escritores. Entre ellos destacan los argentinos que conforman el grupo de los proscritos, opositores a la dictadura de Juan Manuel Rosas (1835-1852). Entre ellos se encontraba la figura de José Esteban Echeverría (1805-1851). De sus poesías, Elvira o la novia del Plata (1832), Consuelos(1834) y Rimas (1837), resalta «La cautiva» (del último libro), un largo poema que trata de las desventuras de una mujer blanca, retenida por los indios. En Cuba son especialmente significativas las obras de Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873). Paralelamente, durante el XIX se desarrolla en torno al Río de la Plata la poesía gauchesca. Centrada en la figura del campesino nómada de la Pampa, recurre, en general, a un lenguaje que recoge los usos dialectales y vulgares de este colectivo. El interés por el mundo del gaucho se enmarca en el renacimiento del nacionalismo y la búsqueda de lo autóctono propios del siglo XIX. La fama de José Hernández (1834-1886) queda ampliamente justificada con el poema narrativo Martín Fierro, la obra más significativa del período. Su éxito provoca la prolongación de la poesía de materia gauchesca en el siglo XX.
Pero, además de estos primeros poetas, destaca un grupo de autores más jóvenes que siguen también la estela de la estética romántica. Con ellos se desarrolla la última etapa del movimiento. Cabe destacar entre ellos al chileno Guillermo Blest Gana y al colombiano Rafael Pombo (1833-1912). Así también merece una atención especial la figura del uruguayo Juan Zorrilla de San Martín (1855-1931), autor de Tabaré, un poema que convierte en mito la figura del indio uruguayo.
Narrativa
Dentro de la prosa ilustrada destaca la obra del mexicano José Joaquín Fernández de Lizardi (1776-1827), que consolidará el género novelesco en Hispanoamérica. Su labor como novelista se desarrolló en los siguientes títulos: Periquillo Sarniento(1816), La Quijotita y su prima (1818), Noches tristes y día alegre (1818) y Don Catrín de la Fachenda (1832). En el prólogo a la obra, el narrador de Periquillo Sarniento manifiesta sus intenciones: «Cuando escribo mi vida, es solo con la sana intención de que mis hijos se instruyan en las materias sobre que les hablo», y, aún más, «si les manifiesto mis vicios no es por lisonjearme de haberlos contraído, sino por enseñarles a que los huyan pintándoles su deformidad». Esta intención pedagógica, edificante, moralizadora, es la nota relevante de la narración del pícaro mexicano, desde su nacimiento hasta su muerte. Asimismo, su obra supone una virulenta sátira política a las costumbres de una nueva sociedad.
En la prosa romántica hispanoamericana predomina el relato breve (tanto en la modalidad de artículo de costumbres como del cuento) y la novela alcanza una importante representatividad en sus directrices histórica, costumbrista, indianista o sentimental.
En la literatura argentina, El matadero (1838), de Esteban Echeverría, es un ejemplo de la oposición del autor a la tiranía de Rosas. También se puede decir con propiedad que es uno de los principales antecedentes de la novela sobre la dictadura en Latinoamérica. Destaca también Domingo Faustino Sarmiento, cuya obra cumbre es Facundo, un alegato contra el despotismo de Rosas y un fiel reflejo de la oposición civilización-barbarie (o dictadura). José Mármol (1817-1871) representa con Amalia, «novela histórica americana» (1855), el romanticismo social imperante por esos años. Es quizá la diatriba más violenta contra la tiranía de Rosas, haciendo suya a la vez la antítesis sarmientina. Aparte de Echeverría, Hernández, Ascasubi, Sarmiento y Mármol, también pertenecieron al grupo de los «proscritos» Juan María Gutiérrez, Juan Bautista Alberdi y Vicente Fidel López.
En la literatura colombiana surgen voces como Eugenio Díaz (1804-1865), autor de Manuela, una de las novelas representativas de la primera generación romántica. Jorge Isaacs (1837-1895) es el autor de María (1867), la novela latinoamericana romántica por excelencia. Isaacs expuso idealizados en ella los conceptos del amor puro y de la vida rural; en sus páginas, la huella del romanticismo francés queda equilibrada por un tratamiento realista.
En Cuba, Cirilo Villaverde (1812-1894) es el autor de Cecilia Valdés, una historia de amor funesto, que trata las relaciones incestuosas entre dos hermanos que ignoran ser hijos de un mismo padre. Es además una recreación de la sociedad habanera y una denuncia contra la situación inhumana del esclavo. Otros dos nombres de notables narradores cubanos son: Gertrudis Gómez de Avellaneda, autora de Sab y de Guatimozín, y José María de Cárdenas y Rodríguez (1812-1882).
Pero también destaca la narrativa en otros países. El boliviano Nataniel Aguirre (1843-1888) escribe Juan de la Rosa, una novela histórica, que recoge «memorias del último soldado de la Independencia», confiriéndoles dimensiones épicas. El dominicano Manuel de Jesús Galván (1834-1910) es el autor de Enriquillo, una de las narraciones históricas indianistas más notables del período. Juan León Mera (1832-1894), ecuatoriano, destaca por su novela Cumandá o un drama entre salvajes, que muestra una directa influencia de Chateaubriand. Ignacio Manuel Altamirano (1834-1893) se afianzó como el principal novelista romántico de México con dos historias de amores desgraciados, Clemencia (1869) y El Zarco (1901).
El representante más importante de la narrativa realista hispanoamericana es el chileno Alberto Blest Gana (1830-1920). El costumbrismo y el realismo están presentes en sus novelas La aritmética en el amorMartín RivasEl ideal de un calavera,Durante la reconquistaLos trasplantados (sobre la vida de los latinoamericanos en París) y El loco Estero. Sin embargo, en Hispanoamérica los escritores pronto reciben la influencia del Naturalismo, especialmente en Argentina, donde sobresalen voces como las de Eugenio Cambaceres (1843-1888), autor de Sin rumbo (1885); Lucio Vicente López, que en La gran aldea(1884) retrata las «costumbres bonaerenses» de 1840, o Julián Martel.
En México destacan autores como José López Portillo y Rojas; Rafael Delgado, importante cuentista, y Emilio Rabasa. Federico Gamboa es el autor de Santa, una de las obras representativas del Naturalismo latinoamericano.
Asimismo, el uruguayo Eduardo Acevedo Díaz (1851-1921) escribió una serie de novelas de carácter histórico, conformada por la siguiente tetralogía: IsmaelNativaGrito de gloria y Lanza y sable. Este ciclo tenía como objetivo mostrar la realidad política y social del Uruguay. Por último sobresale la peruana Clorinda Matto de Turner (1852-1909), precursora del indigenismo latinoamericano con su novela Aves sin nido.
Teatro
La producción dramática autóctona disminuyó considerablemente en la segunda mitad del siglo XVIII. Salvo algunas realizaciones de Agustín de Castro y de Pablo de Olavide, es poquísimo lo que se puede rescatar. En cambio, ya en plena vigencia del período neoclásico, se aprecia un despuntar teatral de cierta importancia, con dos líneas bien diferenciadas: una de temática histórico-mitológica y otra de temática costumbrista. Entre los autores neoclásicos destaca el mexicano Manuel Eduardo de Gorostiza (1789-1851), renovador de la comedia de tipo moratiniano.
Estas dos líneas teatrales se afianzan definitivamente durante la época romántica; sobresale ahora especialmente la costumbrista. Es el momento en que los teatros nacionales logran su autonomía como expresión artística; el costumbrismo va a convertirse en un motivo generador del teatro latinoamericano.
Daniel Barros Grez (1834-1904) es considerado el padre del teatro en Chile. De su extensa obra sobresalen La beataCada oveja con su parejaEl vividor y El ensayo de la comedia. Otros dramaturgos chilenos de este período fueron Salvador Sanfuentes y Román Vial.
En México destacan Ignacio Rodríguez Galván y Fernando Calderón. Manuel Ascensio Segura (1805-1871) es la figura más destacada del teatro peruano. Ña Catita, una de sus comedias más difundidas, contiene todos los elementos configuradores de su teatro: sátira a las costumbres y realidades sociales, afán europeizante, ironía, personajes que entran en conflicto por sus distintas intencionalidades (arribismo, oportunismo), contradicciones valorativas, etc. A la par con Segura, realiza su obra Felipe Pardo y Aliaga.
Significativa es también la obra del colombiano Luis Vargas Tejada (1802-1829), que cultivó la tragedia de corte neoclasicista y la comedia costumbrista.
El mayor desarrollo del teatro naturalista tuvo lugar en el Río de la Plata, siguiendo la línea costumbrista legada de generaciones anteriores.
En Argentina, la novela de Eduardo Gutiérrez Juan Moreira (1879) fue adaptada por el cómico uruguayo José Podestá para el teatro en 1884. Este hecho se considera como el punto de partida del teatro rioplatense. Otro dramaturgo argentino fue Martiniano Leguizamón, autor de Calandria.